(Relato ganador de LA VENTANA DE MILLÁS )
Recuerdo que aquel día me levanté con el pié izquierdo. Cuando me disponía a hacer testimonial acto de presencia en el trabajo, sufrí uno de esos tontos accidentes domésticos . Tropecé con mi píe derecho y me caí rondando por la escalera. Sólo eran dieciocho escalones (todos en bajada), pero la mía fue una caída a cámara lenta. Salir rodando del escalón numero dieciocho hasta llegar al primero, me llevó su tiempo.
Durante la caída me pasaron muchas cosas: Rodando mi mujer se divorció de mí y se casó con el actual padre de mis hijos. Cayendo me despidieron del trabajo. Rodando asistí al psiquiatra. Cayendo los vi crecer y hacerse hombres. Rodando presencié sus bodas. Cayendo me hicieron abuelo. Rodando asistí a los bautizos. Cayendo (debió ser por el décimo escalón), asistí al funeral de mi suegra... Rodando tuve más de una disputa generacional. Cayendo me jubilaron...
Puede decirse que conozco esa escalera como la palma de la mano. De hecho, cada uno de sus rebordes. Cada hendidura. Cada muesca. Hasta el numero exacto de termitas que anidan en la barandilla de madera, me es familiar. Llevo media vida cayendo por ella. Cuando mi esqueleto impactó contra el primer escalón, o el ultimo. Según la perspectiva (porque rodando la orientación no es muy de fiar), habían pasado treinta largos años..
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pipodols
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