Todo empezó durante un viaje de vacaciones por el amplio marco geográfico donde se rodó en 1951 "El hombre tranquilo". Entré en un pub de una hermosa villa irlandesa y escuché a cuatro viejos - completamente borrachos - hablando de John Ford.
Comprendí en ese mismo momento que de ahí podía salir una película fascinante. Así se me ocurrió la idea de hacer "Innisfree".
Me divertí buscando los posibles encuadres y localizaciones fordianas que me recordasen hoy aquella película de ayer, buscando además aquellos fragmentos dispersos de la realidad circundante que sirvieron a John Ford para recrear el mundo de ficción que ofrece en su película. Pero luego, al plantearme la realización de mi "documental irlandés", esa realidad recreada en "El hombre tranquilo" quedó en segundo término, como un factor más que se integraba en ese paisaje.
La película de John Ford puede considerarse como el último capítulo de la colonización extranjera que ha sufrido Innisfree, que va de los legendarios pictos a los celtas, cristianos, vikingos, sajones, normandos y británicos. La estancia de un equipo de Hollywood que llegó a Innisfree hace medio siglo forma ya parte del patrimonio local. Un entorno, unas personas, una realidad, en definitiva, que entiende mejor el espectador de Ford que el antropólogo o el etnólogo.
¿Por qué hablan de ese modo? ¿Por qué llevan gorros de lana propios de las islas de Arán? ¿Por qué entonan esas baladas impropias de ese condado? No hay respuestas para el científico ignorante del evento acaecido en Innisfree cuarenta años atrás: el cine se integró en la vida de esa colectividad.
José Luis Guerin
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