ARTISTA Stray Cats
LUGAR Razzmatazz
FECHA 22 de julio
El pasado es cosa del pasado en la música popular moderna. Reediciones a mansalva, un revival para desayunar y otro para merendar, una legión de artistas sin ningún reparo en vivir de canciones de los tiempos de María Castaña y regresos de grupos en su día grandes o pequeños --da igual, ahora en el mundo del espectáculo los años no te hacen viejo sino legendario-- cada dos por tres hacen que el pasado sea presente, lo cual es imposible y quizá hasta peligroso para la dimensión tiempo, pero así es.
Nada que objetar. Es más, a este paso la jubilación promete ser dorada, con el Inserso desdoblado en empresa promotora de conciertos y nosotros, los pensionistas de vacaciones en Benidorm fuera de temporada, felices de que las noches en el hotel de tres estrellas estén amenizadas por bandas de nuestra adolescencia.
A 36 euros y medio la entrada anticipada y la misma noche en que Patti Smith actuó en el Palau, los resucitados Stray Cats llenaron Razzmatazz. El trío que en los primeros 80 le quitó las telarañas al rockabilly tocó con solvencia las canciones que tenía que tocar, con especial atención a su primer y mejor disco, e inclusó regaló versiones de That's allright (Elvis) y Please don't touch (Johnny Kidd). Brian Setzer lució (demasiado) sus progresos como guitarrista, demostró que es un cantante importante y exhibió una preciosa colección de guitarras Gretsch. Lee Rocker hizo malabares con el contrabajo y acrobacias encima de éste. Y Slim Jim Phantom no paró quieto ante su esquemático kit de percusión. Todo en su sitio, vaya. ¿Por qué, entonces, esa sensación agridulce, como la que producen las reuniones de antiguos alumnos? Porque no todo lo que me gustaba hace 20 años me gusta o me gusta lo mismo ahora, y el show de los Stray Cats fue un trozo de pasado trasladado al presente.
RAMÓN VENDRELL
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