
"A la vista del sopor que el agnosticismo es capaz de producir, y aunque la existencia de Dios no nos acabe de convencer, tal vez sea mejor hacer "como si" Dios existiese y pudiese juzgar nuestras obras"
Dios lo ve
Oscar Tusquets
Editorial Anagrama
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El libro arranca con una anécdota: al parecer el arquitecto inglés sir Edwin Lutyens riñó a uno de sus colaboradores por el descuido en la composición de una fachada. Éste le respondió que no valía la pena esforzarse puesto que nadie iba a verla, al quedar oculta tras la fachada de un patio interior, a lo que el maestro le espetó impasible: "Dios sí lo ve".
A partir de ahí, Tusquets se adentra en diversas disciplinas que le son cercanas, como la arquitectura, la jardinería, la ingeniería y la pintura, y se aventura en otras como la escultura, el toreo, o el cine, para demostrar con agudas observaciones que siempre ha existido el afán por la perfección creativa, más allá de los límites de la apreciación humana. Que el reconocimiento terrenal, la fama, el dinero, no han podido jamás igualar la felicidad de haber hecho lo que la íntima convicción aconseja. Como si alguien en el más allá, valorase el sufrimiento, los descartes, los experimentos, el sacrificio del creador. ¿Para ojos de quién esculpía Fidias los frisos del Partenón, meticulosamente detallados en su parte posterior imposible de ver y situados a 12 metros de altura? Otros personajes, desde Miguel Ángel, Velázquez, Picasso, Antoñito López, David Hockney o Curro Romero van desfilando para ser escrutados en su vocación artística para descubrir que siempre siguieron un misterioso impulso invisible para sus coetáneos.
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pipodols
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